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Mi Novela

                       Mi Novela...aún no tiene titulo...A ver que os parece

                                                                        






Sua Roig despertó de madrugada envuelto en un charco de sudor después de tener una pesadilla con su madre fallecida hacía ya dos años y medio. Miró el despertador, regalo de su tío Carlos hermano de su padre y gran aficionado al ron barato. Se dió cuenta de que todavia le quedaban tres horas para empezar su jornada laboral en el despacho de abogados que llevaba su nombre, decidió seguir durmiendo deseando, claro está, tener un sueño mas apacible.
Sua, tras un largo rato dando vueltas en la cama, decidió levantarse y darse una ducha para relajarse e intentarlo de nuevo. Cuando llegó al cuarto de baño, ubicado al final del pasillo de su ático en Madrid, se dió cuenta en el reflejo del espejo que aún estaba empapado en sudor cuando le entró en un ojo una gota de aquel líquido ácido. En ese momento empezó a maldecir esa maldita pesadilla que aparecía visitandolo cada noche desde la muerte de su pobre madre. Se dió cuenta también de que parecía haber envejecido diez años, aquellas canas, esas ojeras, la palidez de su rostro, pero optó por echarle la culpa a otra mala noche, total, solo tengo treinta y tres años, pensó.

08:30 am

El tráfico en Madrid era mas lento de lo habitual, cuando al terminar una zona de urbanizaciones vió a lo lejos dos coches de la policía, dos de la Guardia civil y una ambulancia, el cuerpo de una niña yacía inerte en el suelo abrazada por una mujer que lloraba desconsoladamente. En el mismo instante en el que Sua pasaba por al lado del trágico accidente , la mujer levantó la vista hacia él, sus ojos estaban desorbitados, le recordó a la mirada de su madre cuando veía llegar a su padre tambaleandose de lado a lado tras una larga tarde de juegos de mesa acompañados como no, de ron barato.
Sua llegó al aparcamientoprivado del edificio donde se encontraba su despacho cuando en la zona de visitas observó que solo se encontraba un automóvil de características bastante inadecuadas para la zona en la que se encontraba el bufette. Lo que mas le llamó la atención fué esa extraña matricula que parecía proceder de Italia, nacionalidad de su madre.
Antes de que Sua introdujese la llave en la cerradura de su despacho percibió que Claudia, su secretaria, se adelantó y le dió paso con un Buenos Días diferente al de los días anteriores.
Claudia era una chica muy dicharachera y extrovertida a la vez que eficiente, pero esa mañana parecía ser todo lo contrario. Cuando Sua se disponía a preguntarle por su estado anímico, escuchó voces que procedían del interior de su despacho, entónces imaginó que ahí se encontraba la respuesta. Al entrar al gran despacho decorado con un gusto muy peculiar, muebles antiguos, de grandes estanterías repletas de libros, algo oscuro y muy desordenado vió a dos hombres de unos treita años y a una anciana, los tres vestidos de negro y de étnia gitana
Sua saludó con un Buenos Días muy cordial, la respuesta de ellos fué muda , tan solo la anciana respondío y tras hacerlo, ordenó salir de la habitación a los dos gorilas que parecían tener un parentesco bastante cercano, Sua pensó que debían ser nietos e incluso bisnietos por la avanzada edad de la anciana.
La anciana tenía la mirada perdida pero aun así fulminante y profunda. Su pelo era tan blanco que se podían reflejar en él los rayos del sol, debía tener una melena de largas dimensiones ya que su recogido se notaba estar echo con un gran esfuerzo y era de gran volumen.
Él no se imaginaba que podía hacer allí aquella anciana, sólo podía pensar que requeriría sus servicios para defender a algún joven de su familia por alguna pelea o por asuntos de drogas.
Antes de que Sua preguntara el motivo de la visita, la anciana pronunció el nombre de su madre.




Claudia bajó a la cafetería de la esquina a tomar un café, estaba decorado al estilo inglés, era todo de madera y habían posa vasos por doquier, a Claudia le hacía gracia el camarero, un chico de una gran belleza tanto exterior como interior y de una gran sonrisa que no perdía jamás. En la barra estaban los dos gorilas que acompañaban a la anciana instantes antes. Claudia observó que no mantenían conversación alguna, parecían ensimismados en sus propios pensamientos. Observó también que los dos llevaban cruces de oro colgadas al cuello y un anillo del mismo metal que parecía ser el sello de la familia. Al levantar la vista se encontró con la mirada de los dos y se estremeció sin saber por qué. Terminó su café y pagó al camarero que la despidió muy cortes y con esa sonrisa que tanto le caracterizaba. Subió corriendo al despacho ya que a parte de ser extroverida también era bastante curiosa.



El rostro de Sua palidecía poco a poco y aunque quería saber a qué venía aquello, no era capaz de soltar una palabra, el nombre de su madre lo dejó estupefacto, se quedó mudo, deseaba que aquello formase parte de una de sus pesadillas cuando en aquel preciso instante el ruido estridente del teléfono fijo de su despacho le hizo darse cuenta de que llevaba horas despierto.






Lo sentimos mucho, hemos echo todo lo que ha estado en nuestras manos para salvar la vida de su pequeña, dijo el doctor Echebarría.
La madre de Aitana se lanzó a los brazos del médico, no podía llorar, estaba perdida y al instante se desmayó.
Cuando Lucía, la madre de Aitana, se sintió algo mejor recibió la visita del doctor en la habitación donde la habían atendido.

-¿Cómo se encuentra señora?
Ella no contestó...
Supongo que tiene todo el derecho del mundo y yo la obligación de decirle que su hija les nombró a usted y a su marido antes de morir.
La mujer lo miró sorprendida...
-¡Ella nunca conoció a su padre, nunca en la vida me preguntó por él!
-¿Qué nombre pronunció?
-SUA





Sua descolgó al telefono casi sin fuerzas y contestó con voz temblorosa...

-Dígame
-Hola , ¿Qué tal estás?
La voz que se encontraba al otro lado del cable era la de su tío Carlos.
-Bien... contesto sin apartar la mirada de los ojos de la anciana.
-Sobrino, esta noche vienen al Club Rojo mas nenas que por lo visto son muy buenas en lo suyo, ya sabes...
-Lo siento tío, sabes que no me gusta frecuentar ese tipo de lugares, jamás lo he echo y jamás lo haré.
- Nada sobrino, parece mentira que seas de la familia Roig ¡ Que te vaya bien ! Si cambias de opinión solo tienes que llamarme.
-Ah , mi nuevo telefono acaba en 071, lo cambié porque una de esas lagartas no dejaba de agobiarme, ya sabes, esas zorras van donde huelen algo de pasta.
- Lo tendré en cuenta, contestó Sua y colgó.

Antes de que Sua se dirigiese a la anciana, ésta volvió a adelantarse.

-Tu madre viene a verme cada noche, dijo la anciana.
-Mi madre falleció hace dos años y medio de un ataque al corazón, respondió Sua
-Lo sé.
-¿Cómo lo sabe?
-Me lo dijo ella, contestó la anciana.

Sua se echó a reir pensando que todo aquello era una broma de muy mal gusto.

-No debería reirse de los asuntos de ultratumba, le pueden acarrear serios problemas e incluso, ¡la muerte!

El tono de voz de la anciana ya no era tan calmado y apacible como al principio y sus ojos estaban tan abiertos que Sua creyó que iban a salirse de las órbitas.
Asustado, Sua, invitó a la anciana a salir de su despacho advirtiendole que si la volvía a ver por allí, se vería obligado a llamar a la policía.
La anciana resignada salió de la habitación que se cerró tras ella de un gran portazo.
Claudia la miró sin entender nada, la anciana se dirigió a ella y le comentó que estaría un tiempo en la ciudad, le anotó la dirección en donde se encontraría. También le dijo que dejara dicha dirección al alcance se Sua, sabía que la necesitaría. Se despidió con un marcado acento italiano y se marchó.


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Lloros, gritos y hasta maldiciones se escucharon en el entierro de la pequeña Aitana.
Al lado del pequeño ataúd se encontraba Lucía, la madre de la niña, desecha en dolor, únicamente acompañada del perro de Aitana, un Cocker Spanish marrón y blanco que le regaló ella, las Navidades pasadas. Unos pasos mas atrás se encontraban unas señoras entradas en edad que no tenían otra cosa que hacer que ir a llorar a los entierros aún sin conocer al fallecido.
Aún con tan poca familia acompañando el féretro de la niña, no faltaron las flores y una gran corona que se encontraba sobre el ataúd. La cinta de la corona era de un color rosa pálido en la que rezaba la frase: TU MAMA Y SCOOBI SIEMPRE TE RECORDARAN. VIVES EN NOSOTROS.

De repente la corona que adornaba el pequeño y blanco ataúd cayó al suelo como si hubiese pasado una gran ráfaga de aire. Lucía se quedó atónita ante lo sucedido y las señoras morbosas comenzaron a cuchichear entre ellas, alarmadas.
Era imposible, hacía un día soleado y espléndido, pese a todo.
Entónces llegó la gota que colmó el vaso, Scoobi se acercó al féretro con la mirada fija en él, de repente se puso a dos patas, se comportaba como si recibiera órdenes de la niña, cómo cuando jugaban en el parque siempre a la salida del colegio.
Lucía creía que iba a enloquecer, no podía creer lo que estaba viendo, no sabía si llorar e incluso reir, estaba desconcertada, cayó al suelo de rodillas tapandose la cara con las manos como si las lágrimas fueran a arrancarle la piel del rostro. Mientras, Scoobi daba vueltas a dos patas.
En ese momento Lucía notó que una cálida mano se posaba en su hombro, al volver la vista las lágrimas solo le dejaron ver el resplandor de un anillo que parecía ser una especie de sello familiar, levantó la vista y vió a una anciana de apariencia gitana.



Carlos puso en marcha el equipo de música de mil trescientos euros que compró cuando cobró unas apuestas, apuestas a las que también era aficionado y que a veces le habían traído mas de un dolor de cabeza.
Bailaba, reía y bebía mientras pensaba que se arreglaba para ir al Club Rojo. No se terminaba de decidir si por la chaqueta de color verde o la de color rojo, aunque de todas formas daba igual ya que la camisa que eligió era amarilla.
Se montó en su BMW negro en el cuál llevaba pintada una gran pantera en la parte delantera del capó.
Antes de ir al Club se acercó a un bar de carretera, que regentaban unos colombianos, donde la mayoría de gente no iba para degustar su café o cervezas de importación, si no por los bocadillos de la casa. El bocadillo costaba ochenta euros, en el interior del mismo no se encontraba ningún exquisito caviar ni nada por el estilo, únicamente llevaba dos trozos de lechuga y una bolsa de polvo blanco en el centro. Cogió el bocadillo y se volvió al coche, conectó el equipo de música
y puso su canción favorita, Volare; de los Gipsi Kings. Consumió parte del bocadillo.
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Llegò al Club Rojo y aparcò en su lugar habitual, bajò del coche e hizo lo de siempre, que mas que una manìa era ya una especie de ritual, escupiò en el recipiente donde les ponìan de beber a los pobres gatitos abandonados que rondaban por el lugar, finalizando el ritual con una gran carcajada.
Abriò las puertas sintiendose el amo y señor y pensando al mismo tiempo que deberìa haberse decantado por la chaqueta roja.
Al verlo entrar, la mayorìa de las prostitutas se acercaron a recibirlocon piropos y caricias, parecìan gatas sedientas, todas menos las mas jovencitas que eran las preferidas de Carlos.
Se acercò a la barra y preguntò al propietario, que se levantò acelerado a saludarlo, si habìan chicas nuevas. Êste le presentò a todas y Carlos eligiò a la que aparentaba tener menos edad, era morena de rasgos orientales que debìa de haber cumplido los dieciocho años muy recientemente.




Sua llegò a casa despuès de una dura jornada laboral, a parte de la extraña visita de aquella anciana.
Intentò evadirse de todos los problemas que lo rodeaban, se diò un baño de casi 30 minutos, se preparò una buena cena, y puso el programa de televisiòn que mas le hacìa reir. El programa se basaba en superar pruebas bastante difìciles y absurdas que intentaban lograr con victoria una pandilla de chinos adiotas. Aun asì Sua se mostraba serio ante el televisor, miraba la pantalla sin ver a penas nada.
De repente, la pantalla se desintonizò y apareciò el rostro de su madre, lo miraba con tristeza, se esfumò y apareciò el rostro de un niño, un niño con mirada de adulto, lo miraba con semblante serio y de repente sonriò, de sus labios brotaba sangre, su mirada se hizo perversa y las facciones maduraron en cuestiòn de segundos, Sua diò un respingo en el sofà y advirtiò que aquello era producto de una nueva pesadilla, aunque advirtiò alarmado que la televisiòn seguìa desintonizada. Tras largas horas de meditaciòn llegò a la conclusiòn de que debìa haberle hecho caso a aquella anciana. Se acostò tratando de descansar pensando que mañana volvìa a amanecer, que el primer rayo de sol que vendrìa a despertarle le anunciarìa que serìa un mejor dìa, pero lo que no sabìa era que se equivocaba.
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Claudia llegó al despacho como siempre, antes que nadie. Lo primero que hizo fué coger la dirección de la anciana y ponerla en un lugar de la mesa del despacho de Sua visible a sus ojos. Después ordenó los papeles y empezó a atender llamadas matutinas que eran las que menos le gustaban ya que no le permitian bajar a la cafetería de la esquina a tomar el primer café del día. Al rato llegó Sua.

- Buenos días, Claudia.
-Buenos días, Sua. ¿Qué tal?
-Mejor, gracias. - contestó él.
-¿Novedades? ¿Alguna llamada urgente?
- No, nada que yo no haya podido solucionar, respondió ella.

Antes de que Sua entrara en el despacho se volvió hacia su secretaria con una expresión preocupada como si quisiera preguntarle con la mirada si dentro del despacho se encontraría alguna sorpresa. Ella le devolvió la mirada de asentimiento acompañada con una sonrisa con la misma de que todo marchaba bien. Por ahora.
Entró en la habitación miró por la ventana y suspiró. Se sentó en su sillón, miró la mesa y vió la nota con la dirección de la anciana. La cogió, en ese momento se sintió aliviado a la vez que nervioso e inquieto. La guardó en un bolsillo de su americana y siguió preparando la defensa de un caso en el que estaba trabajando.
Se hacía la hora de comer y Sua no salió de su despacho para nada, Claudia decidió entrar, encontró a Sua muy concentrado en su trabajo, le comunicó que se aproximaba la hora de comer y que se iba a marchar pero él paracía no escucharla, Claudia lo dejó tranquilo.
Al cabo de media hora Sua empezó a sentir hambre y decidió bajar a la cafeteria a comer algo. Comió rápido y cuando terminó pidió un café solo, cargado y con sacarina, pagó y volvió al despacho.
Se acercaban las cinco de la tarde cuando volvió Claudia, entró al despacho de Sua y lo encontró tal y como lo habá dejado, concentrado en su trabajo.

-Perdon, Sua. ¿Has comido?
- ¿He? ¿Cómo? Si, si. Tranquila, he bajado a la cafetería a comer algo.
- ¿Estas bien? ¿Necesitas algo?
- No, no. Muy amable.

Claudia volvió a su mesa y siguió trabajando. Todo trascurria con tranquilidad, cuando a la hora Sua salió de su despacho y le comunicó a Claudia que se tomara lo que quedaba de tarde libre. Ella lo miró extrañada, aunque llevaba todo el día esperando que eso pasara, suponía que encontraría la dirección y marcharía en cuanto empezara a oscurecer.




Después de cinco tomas de ron y tres chupitos de tequila, Carlos cogió de la mano a la jovencita y subieron a una habitación. Se cruzó en el pasillo con la administradora, ésta le advirtió que él era el segundo hombre con el que estaba la chica, que tuviese cuidado con ella. Carlos la miró y rió a carcajadas.
La habitación era pequeña, simple y algo vieja. Tan solo había una gran cama en el centro y a la derecha un pequeño cuarto de baño.La chica se dirigió al aseo, se despojó de la poca ropa que llevaba con gran timidez y se lavó de arriba abajo. Desde la cama, él la miraba con gran deseo. La chica lo cogió de la mano lo llevó hasta el baño y lo aseó también a él, que buena falta le hacía. Carlos la cogió del pelo, le echó la cabeza para atrás, y luego gritó:

-¿Para qué tener delicadeza con una puta barata si se dejan hacer lo que sea por dinero?

La joven soltó un quejido y decidió comportarse como la liebre que al ser atrapada por su cazador decide entregarse sin oponer resistencia ya que, ¿si vá a morir, ¿para que sufrir más intentando escapar? Ella hizo caso a todo, aunque con asco, Carlos la trató sin delicadeza alguna. Cuando hubo acabado dejó a la pobre chica tumbada en la cama sollozando como una niña que al fin y al cabo es lo que era.

-Hasta muy pronto cariño. - y sonrió.



Sua bajó al aparcamiento, se montó en su Audi A4 y sin pensarlo arrancó el motor dispuesto a reencontrarse con aquella mujer que tenía mucho que decir. Después de casi cuarenta y cinco minutos de trayecto llegó a una aldea donde las casas eran humildes, había mucha gente, gente de étnia gitana menos una mujer rubia a la que Sua reconoció como a la madre de la niña del accidente del pasado día, ahora estaba distinta, su mirada perdida, pensativa, tenía grandes ojeras y estaba pálida. Sua pensó en acercarse para preguntar por la pequeña pero algo le hizo pensar que era mejor que no lo hiciera.
Todos estaban en silencio, la multitud estaba sentada en circulo y en medio había una gran hoguera. De repente por un lado del circulo la gente abrió paso a la anciana que venía como siempre vestida de negro y esta vez llevaba también un velo del mismo color que le cubría el rostro. Comenzó una especie de ritual dando vueltas alrededor del fuego y pronunciando en voz alta oraciones en latín. Terminó la primera vuelta a la fogata y reanudó otra, esta vez parecía estar buscando a alguien entre la gente, de repente se paró ante Sua, se arrodilló ante él, lo llamó con el nombre con el que lo llamaba siempre su madre.

-Su, hijo mío.

Sua, aturdido, reconoció la voz de su madre por boca de la anciana

-Su, hijo mío, debes saber muchas cosas, muchas cosas que yo no te conté para protegerte, por favor haz caso a todo lo que te diga esta mujer, es de mi confianza desde hace muchos años y solo quiere ayudarte y ayudarme, te quiero.

Sua se echó a llorar.
La gitana empezó a corrar alrededor del fuego con una vitalidad y una fuerza inexplicable. Gritaba y gritaba, daba gracias a Dios, de su voz salió una voz distinta, ahora era una voz infantil que llamaba a su madre.
- Mamá, mami.
Lucía reconoció a la pequeña Aitana, hizo el impulso de levantarse para ir a abrazarla pero la retuvieron los dos nietos de la anciana.
La gitana cayó de rodillas se apartó el velo y al descubrir su rostro la gente se puso a rezar y a llorar al ver que de los ojos de la anciana brotaban lágrimas rojas, lloraba lágrimas de sangre. Estuvo arrodillada con los brazos en cruz un buen rato, resbalandole por las mejillas esas lágrimas calientes hasta que la pobre anciana se desmayó. Aparecieron de entre la gente los dos nietos, uno la tomó en brazos y el otro iba abriendo paso. Ahora también tenía estigmas en las muñecas.




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